viernes, 9 de octubre de 2015

PENSAR CON EL CORAZON, AMAR CON EL CEREBRO

“Pensamos con el corazón, mientras que el cerebro es el encargado de enfriar la sangre que viene del corazón”.



Un pensamiento que se le atribuye al filósofo Aristóteles, aunque no hay evidencia cierta de que él lo haya propuesto. Independientemente de quien lo haya dicho la neurociencia de hoy en día nos demuestra que no estaban tan errados con estos conceptos.

Tradicionalmente siempre se habló de 5 sentidos (la vista, el gusto, el olfato, el tacto y el oído). Hoy en día se considera a los sentidos anteriormente nombrados los que permiten percibir nuestro alrededor, mientras que existen otros más que nos conectan con nuestro interior. Actualmente, los científicos no se ponen de acuerdo entre cuantos son los sentidos que tienen relación con nuestro interior, pero si existe uno muy estudiado llamado la INTEROCEPCION.
La interocepción es definida como la capacidad de “escuchar” nuestros órganos. Suena loco, pero existen personas que tiene dicha capacidad un poco más “despierta” por así llamarlo, y pueden percibir ciertos “avisos” de sus propios órganos. Una prueba sería sentarse cómodamente, ya sea en el piso o en una silla, poner las manos sobre la rodilla y con los ojos cerrados, en silencio, tratar de escuchar los latidos del corazón.  Puede que haya gente que lo logre, como puede que no… a no desesperarse, este sentido más allá de tenerlo más o menos desarrollado se puede trabajar sobre él, con técnicas milenarias, hoy en día en auge como la Atención plena (mindfulness). Obviamente, no crean que va a llegar un momento en que escuchen cada latido, cada bombeo de sangre, nuestro hígado páncreas e intestino trabajando…aparte porque no es posible eso distraería nuestra atención con el exterior, y terminaríamos chocados por un auto por estar pendiente de la digestión química del bolo alimenticio. Pero si las distintas técnicas de meditación nos enseñan a estar más atentos  a los distintos “avisos” de nuestro cuerpo como sentir hambre, sed, etc. Digamos que las emociones hacen que pensemos en ellas, por lo que terminamos pensando con el corazón!


Por otro lado, el concepto de amar con el cerebro, tampoco está tan errado. En el cerebro humano existe una estructura llamada ínsula que se encuentra dentro del surco lateral que separan las cortezas temporal y parietal inferior. Esta corteza se la relaciona con el sistema límbico, el cual regula, entre otras cosas, las emociones. A su vez la ínsula se divide en dos partes donde la ínsula anterior, interviene en la conciencia interoceptiva (y acá empezamos a relacionar corazón-cerebro), y es capaz de percibir las emociones como el amor, el miedo, el enojo, la felicidad, el deseo sexual, la empatía, etc., Inclusive hay estudios donde se ha demostrado que la ínsula está estrechamente ligada a los deseos consientes, como las adiciones. Estudios demostraron que personas con daño en la corteza insular perdían su adicción al tabaco (si fuera fácil llegar a ella, sería una forma fácil de ayudar a los fumadores a dejar de fumar).

Como vemos, ambos órganos están íntimamente relacionados y las diferentes funciones de ambos demuestran la complejidad del organismo para su funcionamiento. Y más allá de la fisiología del cuerpo humano, mi consejo, sigamos un poco más nuestro instinto, mientras pensamos con el corazón y razonemos en conjunto con nuestras emociones mientras amamos con el cerebro, que todas nuestras emociones se interconectan y al final si las escuchamos no sabemos quien dijo o hizo cual, pero de seguro será la respuesta más correcta!

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